Llamándola Carmela
- Ancko (MAMUM)
- 2 sept 2021
- 3 Min. de lectura
Si, creería que es un nombre que le queda acorde. No creo que ninguna casa tenga un nombre contemporáneo por más moderna que se vea. Carmela le da ese tono a piso añejo pero con esencia jovial, tal como es este espacio, seguramente construido hace muy poco sobre un suelo muy viejo.
Sí Carmela hablara le parecería tremendamente estúpida y accidentada la forma en la que nuestras vidas se cruzaron. Antes Carmela era habitada por uno de los amigos de mi ex, y la primera vez que vinimos a visitarlo, me enamoro el mesanini que tiene esta casa, recuerdo haber pensado de inmediato "Yo quiero dormir ahí", seguramente algo de mi también le atrajo a ella, porque no solo pensé que era posible vivir aquí, sino que lo sentí probable. En broma le dije a su antiguo dueño: "Cuando te vayas de aquí, déjame la casa". Unos cuantos meses después me estaba llamando para avisarme que ya podría hacer el papeleo para arrendar a Carmela. Ella quiso que la yo la habitara.
Cuando termine con mi ex podía casi oír las palabras de Carmela: "Solamente tu y yo en estas 4 paredes y seguramente pronto terminarás dejándome por sus recuerdos". Y pues, así mismo lo contemplé. No sabia que era vivir sola con ella, vivir sus adentros, pero pronto me fue ayudando a sentirla más mía. Me fue viendo hacerme más bruja, seguro la ahogaba con los sahumerios, rogaba que abriera la única ventana que hay, poco a poco le empezó a gustar el aroma a salvia blanca y a palo santo recién quemado, sentía como me rogaba que le abanicara el incienso de Serenity, nos abrazábamos entre los humos Carmela y yo.
Pronto también le fue dando la bienvenida a extraños, que pasaban a beber unas cervezas en la sala, camino al mesanini, amanecida, y nuevamente fuera de la casa, para darle la bienvenida a otro, pero nadie consistente, nadie que retornara más de dos veces. Sabia bien que la llegada de algún inquilino momentáneo venia cuando pasaba decidía tomar duchas de horas, usar la loción con aroma cítrico envasada en vidrio, labial y falda. Carmela se estremece cuando vuelven más de dos veces, y ama a mis amigos, que siempre están alagando su mesanini, esa comodidad casi valhalica que hay sobre esas tablas de madera.
De puertas para afuera Carmela es una fiel guardadora de secretos. Permanece tan calmada frente a las otras casas y pasa por ella tan poco movimiento, que parece casi inhabitada. Aunque es testigo de mi TOC cada vez que debo abandonarla y seguro piensa: "Cierra, pone seguro, revisa que si estoy bien cerrada, me pone se hi ki, se hi ki, se hi ki y me da las gracias 3 veces. Me sella con magia y refuerza con reiki para que nada me pase. Me envuelve en una burbuja negra para repeler los males y promete que va a volver. Lista, chao." Seguro al comienzo pensaba que estoy un poco loca, aunque ha terminado gustándole y toma como caricias el frasco de agua con sal e hilo rojo de la entrada, las baritas de Flor de Borrachero y eucalipto, las macetitas de romero seco, y las hojas de laurel en cada esquina de este espacio.
A Carmela nadie la molesta mucho de afuera, es muy apacible, es buena aparentando que no estoy, aun cuando es así, solo nos delata la luz amarilla de su sala. Recibe con gracia al señor que trae la factura de los servicios, a los domicilios de comida y a los gatos que se orinan en sus escalas para marcarle territorio a Ramona, mi gata. Carmela observa bien a los vecinos, al movimiento sospechoso de algunos que osan esconder hierva en las afueras de las casas cercanas, a las vecinas atrevidas que tienden sus ropas en los balcones y miran nuestras escalas tentadas a venir a aprovechar el espacio, a veces siente que puede ser presa fácil si alguien quisiese entrar, pero siempre se repite, al igual que yo le repito: "Se hi ki, se hi ki, se hi ki, estamos dentro de una burbuja negra y repelemos todos los males".
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