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Reconocimiento de mi imagen en la memoria del otro

Mi “yo” desde la otredad

Abandonando la idea de pintar por pintar, de pintar por mimética, de ilustrar por representarse, y siguiendo los parámetros de clase, me enfrento a una duda sobre mi proyección ante los demás: ¿Me ven los otros como yo me veo? Esta duda surge a raíz de una deducción artística bastante simple; justificado por lo que los artistas llamamos “estilo”, no podía dejar de notar una molesta similitud entre mis dibujos, similitud que mutaba a mis pinturas, similitud que aborrecía y que, a pesar de estudios, parecía no haber cambiado. Así que estaba estancada, condenada a mi “estilo”, sin que hubiera palabra de maestro que hiciera que cambiara de parecer; la cuestión fue entonces: ¿Puedo dibujar diferente? Y como respuesta a tal pregunta, una obvia frase: “Hay que ver diferente para dibujar diferente”. Es así como me replanteo mi cuestionamiento al inicial: ¿Me ven los otros como yo me veo? ¿Cómo me veo yo?

 

“Durante este proceso investigativo se pretenden resolver varios problemas artísticos respecto al dibujo de retratos mediante la exploración de “el otro” dentro de mí. Partiendo de que cada cual tiene dentro de sí varias versiones de sí mismo, identificaremos estas versiones para ver cual de ellas es más óptima para la resolución de problemas artísticos.”

 

Este era el planteamiento inicial de la investigación que llevé a cabo para salir de mi bloqueo artístico, aunque mediante la investigación avanzaba y los referentes aparecían empecé a replantearme la pregunta: ¿Con qué recuerdo se constituye la “yo” que hay en la mente del otro? Empecé a entender varias cosas a raíz de este planteamiento:

 

  1. Hay muchas versiones de mi

  2. Todas son yo y ninguna soy yo

  3. Todas son reales y por ende verdades, pero todas son mentira para mí, ya que no soy consciente de ellas. 

  4. Y cada versión tiene su personalidad, su manera de pensar y está respaldada por una memoria o historia independiente, que puede o no, tener congruencia con la que yo cuento. 

 

Entre estos nuevos hallazgos me encuentro con la imagen icónica de Jim Carrey y su conflicto de 2017 en donde fue juzgado, criticado, analizado y polemizado por una entrevista en donde, sin miedo, afirmaba: ¿Quién es Jim Carrey?

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“Como actor, uno interpreta personajes y si te sumerges lo suficiente en esos personajes te das cuenta de que tu propia personalidad es bastante ligera, para empezar. Y entonces de repente tienes esta separación donde piensas:

  • “¿Quién es Jim Carrey?” 

  • “Oh, él ni siquiera existe en realidad.

Sólo existen manifestaciones relativas de consciencia apareciendo. Y luego alguien te da un montón de ideas. Te dan un nombre, una religión, una nacionalidad y los agrupan en algo que se supone es una personalidad.” (Jim Carrey,2017)

 

Jim Carrey sufre esta crisis a raíz de varios problemas acontecidos ese año en su historia, pero este no fue más que el detonante que revelaría la consecuencia de una afamada técnica actoral: El método Stanislavski. Este truco actoral parte de una premisa base: la actuación debe ser natural; y para ello el actor, sabiendo que interpreta a alguien más, busca en sus memorias, SUS MEMORIAS, no las memorias de su personaje, un momento que le ayude a aflorar el sentimiento que necesita representar, de esta forma la emoción no sólo aparenta ser real, sino que lo es. Como consecuencia de este método se ha encontrado que el proceso mental que hace el actor puede empezar a confundir su historia, su personaje se alimenta de su vida real, y pronto él es realmente el personaje que interpreta, sin posibilidades de salir, perdiendo su identidad y asumiendo múltiples. Cuando ya no hay más vida que el actor le pueda ofrecer a su personaje, sus personajes se alimentarán entre sí, hasta el punto en que el personaje se pierde a sí mismo. 

 

Es en este punto donde empiezo a entender que mi “yo”, la que pienso que soy, es muy diferente a las que los demás tienen de mí, y esa que cada cual conoce, está sustentada bajo un marco histórico muy distinto al que yo verso. Es entonces donde este descubrimiento detona mi verdadero foco de interés, el cambio de estilo era solo una excusa para averiguar, cuál era el recuerdo base que tenían los otros sobre mi y que historia contaba ese “yo” que era tan ajeno a mi.

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