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Ana Maria Brito Peralta (1994, Medellín, Antioquia)

"El mito del Eterno Retorno viene a decir que una vida que desaparece de una vez y para siempre, que no retorna, carece de peso, esta muerta de antemano, y si ha sido horrorosa, bella, elevada; ese horror, esa elevación y esa belleza nada significan". - La insoportable levedad del Ser, Milán Kundera.

Ana Maria Brito Peralta, hija de una Costeña y un Guajiro, la primera de su generación en nacer fuera de la Costa Colombiana, en Medellín, un Martes 15 de Noviembre de 1994. 

Hija de padres separados antes de su nacimiento, y por lo mismo, padres ausentes, por lo cual fue criada por varias nanas y su abuela paterna a lo largo de su infancia. Cuidada por un par de jóvenes adolescentes entre sus 4 y 5 años, quienes inculcaron en ella un amor por una infancia que no era de su generación, vigilada casi siempre por el televisor y custodiada por Cartoon Network, hechos que, una y otra vez, buscará probar inalcanzablemente en su obra; probar su experiencia a través del otro, probar su infancia a través del otro, volver a sus caricaturas, a sus niñeros, a su memoria, a los atrezos de su época para comprobar que si le sucedió, para no sentirse única con su vivencia. 

Más adelante es recibida a sus 6 años por su abuela paterna, Guajira, Matrona, Curandera, mujer de quien aprenderá a tocarlo todo, pues sus inagotables tardes a su lado siempre consistieron en pasear por las calles de Calazans arrancando hojas de los arboles y triturándolas sobre sus manos para olerlas, así la abuela podría indicarle: "Este es limoncillo y este otro es cidrón", es así como el tacto y la curiosidad se convirtieron en un lenguaje recurrente, una forma de conectarse con eso tangible, los otros sentidos le daban la certeza de una realidad que siempre era apagado en las reuniones familiares por el usual "Ver y no tocar... se llama respetar"; acción que no reprimía en absoluto pero que ocultaba. Este gesto se va a ver potenciado más adelante en su vida artística al enfrentarse al Museo, institución que al igual que su familia parecía gritarle: "Ver y no tocar..."; es entonces donde su obra encuentra la raíz para ser tocada, sentida, olfateada, sin reprimirse y sin ocultarse y, por ende, según el refrán, irrespetada; aunque para ella implicaba simplemente poder compartir con el otro su experiencia real con la obra.

Para sus 17 años, iniciando una carrera universitaria en Artes Visuales y viviendo con su padre, sufre su gran crisis. El 16 de Septiembre de 2012 es recibida a las 4:00am en urgencias por atentar contra su propia vida y es remitida a terapia psiquiátrica, diagnosticada con Ansiedad, Distimia y TOC, medicada con altas dosis de antidepresivos y vigilada constantemente por su familia; periodo que Ana describiría después como: "No sentía nada". Durante este tiempo es forzada a abandonar sus primeros estudios en el segundo semestre y por sus propios medios, en contra de su familia, comienza una nueva carrera, esta vez: Cine y televisión. 

Descubre una nueva pasión por los espacios, las escenografías, las utilerías, y la dirección de arte en general, por lo cual, al terminar considera que debe retomar el lado del Arte o no podría jamás construir las escenas que su mente imaginaba, constantemente pensaba: "Como puedo yo decirle a alguien que me haga esto o lo otro para esta escena, si ni yo misma puedo saber que va a necesitar y cuánto tiempo le tomará". Así que retoma nuevamente las artes, esta vez como Artes Plásticas. 

Para este nuevo tiempo deja la casa de su padre y se va a vivir sola a sus 20, deja también los antidepresivos, decisión que toma de forma premeditada y que lamentaría en esta época, pero que agradecería después. 

Comenzar a vivir sin antidepresivos era frustrante para ella, constantemente estaba enojada y entraba en conflictos con sus cercanos por cualquier cosa; aunque la gran frustración aparecería cuando comenzaba a asistir a reuniones o tener conversaciones con sus pares para darse cuenta que no recordaba nada de lo que le decían, no recordaba mucho de sus estudios en Cine, no recordaba las películas vistas, aunque al revisar sus apuntes sabia bien que las había visto. Ana siempre ha sido alguien muy allegada a la escritura y desde su colegio conservaba varios diarios sobre libros leídos, pensamientos y hasta caricaturas y películas vistas, así que tenia pruebas de haber visto los filmes y cursado su carrera, pero no tenia recuerdos de ello. Y es en este punto en donde nace su interés artístico por la memoria y el tiempo. 

Parece siempre haber presentido que algo así le pasaría, o de otro modo por qué tendría que escribirlo todo. Esta idea la llevo siempre a pensar que el tiempo era mágico y que algo místico habría en sus decisiones, como si dentro de ella estuviera condensado el tiempo de su historia y solo de esa forma podía saber que iba a suceder para hacer algo al respecto y dejarse rastros..., dejarse algo que recordar. Justo su interés en la memoria nace de la falta de ella; una paradoja, por lo cual titula así su proyecto artístico "La paradoja de la Evocación"; y en ella va retomando obra tras obra las temáticas que justo detona este hecho: La historia (la suya), la memoria (la que olvido), el lenguaje (lo que ha escrito) y el tiempo (el que vive). Fragmenta su obra bajo capítulos, pedazos que componen un mismo interés, que no buscan otra que cosa más que poder entenderse a través del otro, como quien escribiera con máquinas y objetos su propia historia, para que al igual que su vida, sea palpada, olida, sentida, vivida y afectada. 

La Insoportable Levedad del Ser es su libro favorito, siempre encontró en sus letras una razón para dejar de ser, para alejarse de si, para entender que, tal cual dice el titulo, la levedad pesa. En un afán tremendo por contradecir la frase que abre este texto, Ana se busca siempre en el otro, busca retornar así misma a través de otras historias, busca que el otro retorne a ella a través de la interacción con su trabajo; aunque con el mismo afán busca gritar las mismas palabras que Milán Kundera, proponiendo finalmente un objeto que devore su obra, develando la dualidad entre efímero y la permanencia; que "carece de peso" ya que desaparece de una vez y para siempre, como la vida, los momentos, los segundos y su propia memoria, pero que deja un rastro. De esta forma da un mensaje claro al arte, que se ha encargado de perpetuar y eternizar la "belleza": "Bello también puede ser eso que ya no esta,  en su levedad también se hace bello; y bello también es el rastro que deja, nada puede ser más bello que la certeza de que algo si sucedió."

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